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Hay una conexión íntima entre el CrossFit y las rutinas más habituales. Si empiezas a entrenar, lo notarás en tu día a día.
Muchos de los beneficios de practicar CrossFit son ampliamente conocidos. El cambio físico es perceptible en poco tiempo: más potencia muscular, mejor capacidad aeróbica y menos grasa corporal. Además, el CrossFit es también un poderoso aliado para combatir el estrés y la ansiedad, entre otros beneficios para la salud mental. Es obvio que ser más fuerte, tanto física como psicológicamente, supone una mejora inmediata en términos de calidad de vida. Pero hay más. Hacer CrossFit cambia tu cuerpo, cambia tu mente… y también cambia tu manera de afrontar y completar las rutinas diarias.
De qué hablamos cuando hablamos de movimientos funcionales
Prueba a hacer una búsqueda rápida en Internet e investiga en qué consisten los entrenamientos de CrossFit. Comprobarás enseguida que hay una expresión que se repite con mucha frecuencia: «movimientos funcionales». Lo explican entrenadores, atletas y expertos: el CrossFit se construye a partir de movimientos funcionales realizados a alta intensidad. Suena bien, pero… ¿qué es exactamente eso de movimientos funcionales?
Cargar con una mochila o con las bolsas de la compra. Subir escaleras. Recoger un objeto que se te ha caído al suelo. Elevarlo por encima de tu cabeza para dejarlo en una estantería. Sentarte en una silla. Incorporarte desde ese asiento. Mantener una postura mientras trabajas o mientras ves tu serie favorita. Dar un pequeño salto para bajar del autobús o para evitar un charco. Caer al suelo sin hacerte daño. Todas estas tareas incorporan movimientos funcionales.
Como habrás deducido, hablamos gestos que repetimos a diario en nuestra vida. Y no de manera aislada, sino que los mezclamos y los enlazamos unos con otros, sin pensar en ello. Eso es lo que hacemos, elevando la intensidad, en un entrenamiento de CrossFit.
¿Llevar las bolsas de la compra? Te costará menos después de probar el farmer carry. Utilizando un cajón, practicamos saltos y subida de escalones. Cuando coges un libro que se ha caído al suelo y lo devuelves a su estante, estás haciendo algo similar a un snatch con mancuerna. Para sentarte en una silla y levantarte, la mecánica es la que ejecutas con una sentadilla. Si te dejas caer al suelo cuidando tu postura y te levantas usando la fuerza de tu cuerpo, habrás hecho un burpee.
Por eso hacer CrossFit no es lo mismo, ni de lejos, que entrenar en un gimnasio. No aislamos el trabajo por grupos musculares, sino que combinamos ejercicios variados implicando distintas partes del cuerpo. Tal como tú haces en tu día a día.
Una cuestión de actitud
Cuando entrenas por libre puedes elegir qué prefieres hacer cada día. Pero esta libertad es un arma de doble filo. Porque un entrenamiento eficaz requiere una planificación profesional… y porque los seres humanos somos perezosos y tenemos una gran capacidad para ponernos excusas. Así evitamos hacer aquello que menos nos gusta, por muy necesario o beneficioso que nos resulte.
En un Box de CrossFit, el entrenamiento del día (WOD o work of the day) está escrito en la pizarra desde primera hora. Todos los atletas se enfrentan a esas tareas a lo largo de la jornada. Aunque no te guste saltar a la comba, es lo que tendrás que hacer si es lo que toca. Por supuesto, si no tienes las condiciones físicas para realizar algún ejercicio, los entrenadores te dirán cómo escalarlo, adaptando el trabajo a tus posibilidades. Pero respetando tus límites, no hay escapatorias ni excusas. El CrossFit te hará pensar y buscar estrategias para sobreponerte a lo que se te da mal, lo que no te gusta o lo que te cuesta más trabajo.
Y esto también puede conectar con la vida diaria. Porque así es como solucionamos problemas: buscando la mejor forma de afrontarlos, desarrollando nuevas habilidades que nos permitan encontrar nuestra mejor versión. Hacer CrossFit te recordará que tienes la capacidad de enfrentarte a desafíos y superarlos.
